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O que querem os gays?
¿QUÉ QUIERE (HOY) LA GENTE GAY? Entrevista con David Halperin* Por Carlos Bonfil** David Halperin es una de las figuras más destacadas de los gay and lesbian studies y la teoría queer en los Estados Unidos. Su trabajo se inscribe en áreas como la historia de la homosexualidad, los estudios clásicos y su relación con la historia cultural contemporánea, la subjetividad y prácticas culturales de hombres gay, y el VIH/sida. En 1995 publicó San Foucault. Para una hagiografía gay, uno de sus textos más famosos, donde al analizar las contribuciones del filósofo francés a las luchas de liberación gay y lesbiana, aborda la sexualidad como resultado de los mecanismos de saber/poder modernos. Su más reciente publicación, What do gay men want?: an essay on sex, risk and subjectivity (2007), analiza la relación entre sexo y riesgo en la vida de los hombres gay con una perspectiva crítica de los abordajes médico-psicológicos de la sexualidad, cimientados en la oposición entre normal y patológico, buen sexo y mal sexo. Halperin muestra usos de la abyección que ofrecen modelos alternativos para pensar la subjetividad gay. El agosto de este año, Halperin, que es profesor de Historia y teoría de la sexualidad en la Universidad de Michigan, fue invitado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM a participar en el Coloquio Anual de Estudios de Género. En entrevista con el escritor mexicano Carlos Bonfil para el suplemento mexicano Letra S, el crítico norteamericano polemiza acerca de la normalización de los modos de vida gay en Estados Unidos; señala el impacto de nuevas tecnologías de comunicación en las formas de socialización; analiza las respuestas culturales frente al sida en el cine y la literatura; y explora las posibilidades del camp para la desestabilización de hegemonías en el género y la sexualidad. LA NUEVA NORMALIDAD HOMOSEXUAL ¿De qué modo afecta el lado normativo de la vida doméstica a las viejas prácticas de la sexualidad queer? La situación es muy paradójica. Hay que tomar primero en cuenta que el movimiento gay es el único movimiento progresista que ha triunfado. Aunque el feminismo también fue exitoso al cuestionar los roles sexuales tradicionales, el término feminismo se volvió una palabra sucia y la mayoría de mujeres jóvenes niegan hoy ser feministas. Muchas creen en principios femeninos (paga igual por un trabajo igual, trato igualitario en las profesiones, centros laborales y en el ejército), y sin embargo niegan ser feministas. Hay familias tradicionales donde es normal que las mujeres tengan un ingreso propio y hagan todo lo que los hombres solían hacer, pero al mismo tiempo aún no se les paga lo mismo que a los hombres y tienen que ocuparse más que ellos del cuidado de los niños. Pienso entonces que la situación para las mujeres es complicada. No pienso que el movimiento feminista haya tenido el mismo éxito ideológico y práctico que el movimiento gay. En Estados Unidos, por ejemplo, aún no se ha aprobado una enmienda de igualdad de derechos humanos para las mujeres. Pensemos ahora en los gays en el ejército y también en el matrimonio gay. Pensemos también en el poco futuro que tienen en Estados Unidos otras causas progresistas como un verdadero estado de bienestar, redes de seguridad social, protección efectiva de los salarios, la posibilidad de hacer huelga, de que los funcionarios hagan huelga y que los trabajadores privados se afilien a un sindicato, o una igualdad en las diferencias de ingresos. ¿Para una generación joven de gays, la sexualidad queer también se ha vuelto una palabra sucia, un concepto obsoleto? El movimiento gay ha triunfado más allá de lo que en un inicio pudo haber soñado. Pero si por un lado el movimiento gay ha triunfado de modo espectacular, el espacio gay, en cambio, ha desaparecido. Todos aquellos barrios donde solía vivir la gente homosexual, que eran el centro de la efervescencia de una cultura gay, los guetos gay, han desaparecido en buena parte. Ya sólo quedan algunos fragmentos. La epidemia del sida, el boom inmobiliario, la recapitalización y el aumento del desarrollo capitalista en las ciudades americanas, todo eso ha terminado por destruir esos espacios queer. El sida destruyó a una generación de gays y también a una generación de propietarios inmobiliarios. La gente gay vive entonces una curiosa situación de diáspora, al menos buena parte de esa población. También la internet ha vuelto innecesarias las infraestructuras comerciales del mundo gay. La gente gay ya no tiene necesidad de dejar sus hogares para conocer a otra gente gay. Eso también hace posible que conviva más con heterosexuales en una suerte de situación de diáspora. Como resultado, las cuestiones políticas que hoy preocupan a la gente gay son aquellas que le importan a la gente que vive en poblados pequeños, o dispersos entre la población general. ¿Cómo cuáles? El reconocimiento social, el matrimonio gay, el servicio militar, la membrecía eclesiástica. Estas son las preocupaciones de las personas que viven, no reunidas en grupos gay o queer, sino aislados entre sí, en medio de la población general. Por ello creo que mucha gente gay piensa en el matrimonio gay como un vehículo para la normalización. Las cuestiones que antes importaban siguen siendo las mismas, pero su significado político ha cambiado. Por ejemplo, permitir que los gays sirvan en el ejército no tiene nada que ver con lo simbólico de la ciudadanía o con el patriotismo, sino simplemente con el acceso a ciertos beneficios, con verse liberados de la discriminación a escala nacional, o con escapar de la propia familia, o tener vidas independientes, o becas para ir a la universidad. Lo mismo sucedió con el matrimonio gay que en un principio tuvo que ver con la igualdad de derechos, con el acceso al seguro médico y las pensiones, o con el acceso a las decisiones en los hospitales, etc. Naturalmente hay todavía todo eso, pero hay también lo simbólico del amor, la normalidad, la domesticidad, y el hecho de ser como la demás gente. Pienso entonces que el movimiento gay, con su éxito o a pesar de su éxito, ha tendido a rechazar las viejas prácticas sexuales que él mismo había contribuido a inventar, todo con el propósito de crear nuevas formas de vida. Pero a pesar de haberle dado el movimiento gay la espalda a esas cosas, éstas siguen funcionando todavía. ¿Qué ha sucedido con las antiguas formas de relacionarse sexualmente con la aparición de nuevas formas de comunicación y relación comunitaria a través de la Internet? Me parece que hay muchas formas nuevas y esto es algo maravilloso, en especial para la gente en poblaciones pequeñas, alejadas de las grandes urbes; es maravilloso para los adolescentes poder encontrar amigos, ya sea en su comunidad local o en diversos lugares en el mundo, gente con la que puedan establecer relaciones largas, sin tener que encontrarlas físicamente, sin sentirse amenazados, sin tener que acudir a lugares peligrosos donde pueden ser explotados. Pueden escribir y comunicarse en línea, pueden conocer a mucha gente, sin tener que dejar siquiera sus recámaras. Esto le quita al mismo tiempo la base financiera a una infraestructura comercial gay y permite que los individuos elijan el tipo de gente con la que desean comunicarse. En mi generación lo importante era otra cosa. Para tener sexo teníamos que abandonar nuestros lugares de confort e ir a otros lugares donde conocíamos otro tipo de personas con las que jamás habríamos querido que nos asociaran, pero de quienes aprendíamos mucho. La gente gay que crece en la sociedad heterosexual necesita tener cierto tipo de descolonización psicológica y social para poder liberarse de algunos de los presupuestos heterosexistas acerca de la vida que no encajan mucho con lo que es la vida gay. Y es posible que los gays mantengan después dichos presupuestos, a menos que decidan cuestionarlos. En la Internet pueden encontrar mucha gente que cree en las mismas tonterías en las que ellos creen, por lo que nunca tienen la posibilidad de confrontarse con formas de vida más radicales. ¿Te refieres al tipo de formas de vida alguna vez descritas, por ejemplo, por el escritor John Rechy?[1] No sólo John Rechy, sino todos aquellos que hablaron de aquellos modos de vida radicales que inventaron y diseminaron las comunidades gay. Uno se preguntaba entonces: ¿Cómo tener amigos y amantes? ¿Cómo transformar a tus amantes en amigos? ¿Cómo tener relaciones que no sean exclusivas en el terreno sexual, sin ser por ello menos amorosas? ¿Cómo manejar los celos? ¿Qué expectativas tomadas de la sociedad heterosexual resultan apropiadas? ¿Cuáles no? Y hubo luego toda una cultura de la homosexualidad que incluía compartir una lectura alternativa de la cultura de masas. Todo esto sigue aún vivo. Hay personalidades de esa cultura de masas que se han vuelto iconos gay. La gente gay comparte todavía el gusto por la música o por el cine, lo que permite consolidar una forma particular de ser gay, y con ello una sensación particular de ser diferente. Y por supuesto los gays también tienen sus propias creaciones artísticas. Pero está por verse si la Internet aún conserva la misma capacidad de desarrollar este tipo de conciencia que la vida en los guetos gays solía tener más allá del sexo. ¿De qué modo ha cambiado la manera en que los gays son representados en los medios masivos, particularmente en el cine? ¿Nota algún cambio importante? De algún modo, la visión de pesadilla que antes se tuvo de los hombres gay como enfermos, depredadores sexuales, gente sin amor, trágicos y venenosos (un poco lo representado en Los chicos de la banda [2]), ha cambiado. Uno piensa ahora en películas como Belleza americana [3]. Todavía vemos ahí al gay sicópata, con su parafernalia nazi, que vive en la casa de al lado. Pero de algún modo él es menos horroroso que la pareja gay ideal que cultiva plantas y hornea pan. Algo cambió desde el momento en que decidimos aceptar a los gays, y verlos como la gente que vive en pareja en la casa vecina, con relaciones que son tan estables, inclusive más estables, que las parejas heterosexuales. Eso es lo aterrador en ellos. Se han vuelto demasiado buenos. Nos molestan, no por ser trágicos o enfermos, sino porque son mejores que nosotros. ¿Este cambio social ha afectado al lado queer de la vida gay? Mucho de ese aspecto queer se ha vuelto de algún modo secreto, casi clandestino. La gente gay parece estar hoy un tanto orgullosa de lo aburrida que puede ser. Todo el mundo espera de los gays que sean diferentes, talentosos, llenos de estilo, interesantes, y en realidad son increíblemente rutinarios, aburridos y comunes. De algún modo parecen gozar verse representados de esta manera. Es cierto que mucha gente gay es aburrida, pero no es algo de lo que debieran sentirse orgullosos. También pienso que es estúpido invertir una gran energía en tratar de vencer a los heterosexuales en su propio juego de normalidad. ¿Para qué intentar demostrar que pueden ser más aburridos todavía, más comunes que los heterosexuales. Por supuesto que pueden, y eso en sí no es algo malo, pero lo que se niega con ello es la genialidad particular de la vida gay. Y es eso lo que trato de defender en mi trabajo actual. Intento describir el tipo de diferencias culturales que la homosexualidad produce, y que siguen siendo actuales, aun cuando la gente gay pretenda hoy negarlas. RESPUESTAS CULTURALES FRENTE AL SIDA ¿Cuáles han sido las respuestas culturales más relevantes por parte de la comunidad gay después de 30 años de epidemia del sida? Creo que las cosas han cambiado mucho desde la llegada de los medicamentos antirretrovirales. Buena parte de lo que enseño en la universidad tiene que ver con las décadas de los ochenta y los noventa. En algún momento descubrí una colección de escritos gay de ficción sobre el sida. Quienes hacían el prefacio del volumen también señalaban que su trabajo provenía de esas mismas décadas. Y es que durante ese periodo horroroso e indescriptible se produjo algo muy poco común, que aún ahora me sorprende por su carácter insólito: la cantidad de texturas y detalles relacionados con la corporalidad. Lo que significa tener un cuerpo humano y lo que representa la experiencia de estar en un cuerpo. Eso lo exploró con mucha profundidad esa cultura. Está presente en los escritos de Hervé Guibert [4] o de Wojnarowicz… [5] Por supuesto. Se encuentra en los relatos autobiográficos, pero también en la ficción y en muchos poemas. Hay un gran énfasis en los detalles de las experiencias corporales, algo muy característico de los trabajos de ese periodo. Otra cosa que también me asombra es la relación inmediata con la muerte. La muerte, como bien sabemos, es un asunto de negación constante. Nadie quiere pensar en ella, nadie piensa que es algo que nos va a suceder a nosotros. Nos cuesta trabajo imaginar nuestra propia muerte. Cuando alguien muere, pensamos: por supuesto, son ellos los que mueren, es algo que le sucede a otra gente. Es muy difícil aceptar la muerte propia. Y nuestra cultura ha desarrollado muchas formas de negarla. Creo que en ese periodo, en su literatura y en sus películas, hay también mucha negación. Al inicio de uno de sus libros, Guibert exclama: “Esto lo voy a derrotar”. Él piensa ser el único que va a derrotar al sida, el que posee la clave de la cura. Y también piensa: las demás personas murieron por haber llevado vidas poco saludables, yo voy a alimentarme con cosas sanas, voy a cuidarme. Había en efecto muchísima negación, pero también la sensación de la muerte como una realidad cotidiana, como experiencia, como parte de la vida misma, en la literatura de esa época. De una manera que es raro encontrar en cualquier otro momento. Una película emblemática, Juntos para siempre [6], aborda una utopía que seis años más tarde se volvería realidad. Pienso también en Silverlake life [7], una película terrible, muy dura de ver. La presencia de la muerte es ahí palpable; es una película sobre la experiencia de morir. Sobre la muerte como una realidad. No como algo que le sucede a otra gente. Está también la experiencia del duelo. Sí, claro, pero el duelo ha sido tratado por otras literaturas en otras épocas que abordaron la experiencia traumática de la pérdida. Pero en el periodo de esta literatura de la que hablamos, un periodo de quince años, sucedió algo verdaderamente inusual. Por fortuna hemos regresado al estado de la negación. Es natural, la gente sigue muriendo, particularmente en los países económicamente desfavorecidos. EL CUERPO GAY Y EL CAMP EN LA CULTURA En su nuevo libro [8] usted decide hablar del camp. ¿Se trata de una respuesta a la tragedia? Es una estrategia para una situación de hostilidad social, de desvalorización, de deslegitimación. Surge de la conciencia de que uno está inevitablemente situado dentro de una red de poder, en una red de significados que son adversos, pero que no pueden ser destruidos. Puedes lograr una nivelación con respecto a ellos, puedes resistirlos, darles la vuelta, jugar con ellos, pero no puedes hacerlos desaparecer. Y algo que pienso es valioso en todo esto es que la cultura gay tradicional masculina registra formas de violencia social y simbólica, formas de estratificación social que muchas sociedades liberales modernas pretenden que ya no existen y que en principio hemos superado. Ciertas variedades sentimentales de feminismo participan de esto. Pensamos ahora que las mujeres son fuertes, que son tan buenas y tan capaces como los hombres, lo que viene a desmentir la misoginia que aún existe en nuestras sociedades. Muchas feministas rechazan el retrato que algunos hombres gay hacen de lo femenino como algo extravagante, ridículo, grotesco. Piensan que es algo misógino. Pero la cultura gay y la cultura camp sólo registran la misoginia prevalente y tratan de encontrar maneras de aceptar ciertos tipos de abyección social. Aceptan el insulto y la humillación social y los reutilizan para crear un tipo de comunidad en la que ya no es posible hacer valer respeto personal alguno a expensas de una vergüenza ajena. Creo que esta es una dimensión igualitaria muy importante de la cultura camp y que vale la pena señalarla. ¿Qué ejemplos existen en el teatro y en el cine de este tipo de cultura camp? Usted ha mencionado Ángeles en América [9], podría tal vez añadirse la película Love Valour and Compassion [10]? Ya que mencionamos antes Los chicos de la banda, yo hablaría de un momento en esa obra en que el vaquero chichifo [prostituto] traído a la fiesta como regalo sexual para el invitado de honor, intenta provocar lástima por una herida sufrida en el gimnasio. Dice: perdí el equilibrio al levantar pesas, me torcí el tobillo y me lastimé la espalda. Uno de los invitados le dice: “No deberías usar tacón alto cuando haces levantamiento de pesas”. Esta es una manera de degradar a la masculinidad, cortarla de tajo para que las jerarquías de la virilidad no sirvan para castigar a aquellos hombres gay incapaces de alcanzar esos grados de respetabilidad masculina. Al mismo tiempo, naturalmente, la cultura gay masculina valora la belleza, la masculinidad, la virilidad. Y justamente por la atención con que la cultura gay masculina le presta a cierto tipo de jerarquías de género, también se interesa en el camp que vulnera esa jerarquía. Sabe, de nueva cuenta, que no puede destruirla del todo, pero intenta rebasarla, tal vez contrarrestarla. Hay también la admiración de muchos gays por las divas. Divas como Lady Gaga. Al respecto recurro a un ejemplo mexicano. Hace años me llevaron a un bar gay en México, el Tom’s, y ahí vi algo que jamás había visto en ningún bar gay en el mundo. Pantallas de video repartidas en el lugar con porno gay, sin sonido, mientras en el sistema de sonido del bar se escuchaba ópera. La combinación increíble era parte de esa polaridad que es la adoración de la virilidad y de lo camp como deconstrucción de esa misma virilidad. En principio no tendrían porque combinarse estos elementos, y sin embargo, de algún modo, la ópera con sus arias femeninas y su extravagancia y su éxtasis era un buen acompañamiento para esas imágenes de pornografía masculina. Y de golpe esas imágenes se volvían menos opresivas al interactuar con la ópera. Eso muestra una vez más lo ingeniosa e inventiva que puede ser la cultura gay en su manejo de las diversas polaridades que la estructuran, y en la manera de rebajar la virilidad al tiempo que la valoriza, y también en alentar el culto por las divas mientras lo combina con el culto a la masculinidad. Con el ejemplo de Madonna, por supuesto. Por supuesto. Parecemos olvidar que Madonna en los ochenta, al menos en Estados Unidos, bajo Reagan, fue casi la única voz pública que se manifestó a favor del sexo, del sexo queer. No se trata entonces únicamente de las divas, sino también de divas con cierta carga política. No creo sin embargo que sólo la política explique el culto por las divas. ¿De qué manera viven los gays su cuerpo? Las feministas solían decir “Nuestros cuerpos, nosotras mismas”. ¿Existe un equivalente de esto en los hombres gay? Hoy existe un importante y poderoso movimiento LGBT en favor de la salud. Expertos y no expertos se juntan para discutir los nuevos desafíos en el terreno de la salud gay. Se trata de saber cómo dirigirse a las instituciones de salud para volverlas más gay-friendly, más accesibles, cómo cuestionar algunos enfoques médicos relacionados con las conductas de riesgo entre hombres que tienen sexo con otros hombres. Últimamente ha habido algunas cumbres de salud gay masculina en diversas partes de los Estados Unidos y creo también de Canadá. Este es un avance importante. Ha habido un esfuerzo por recuperar un cuerpo amenazado clínica y estéticamente. La necesidad de una restauración urgente a través del ejercicio y las pesas. Hubo varias etapas. Una era de la cultura gay del músculo que surgió en las décadas setenta y ochenta, sobre todo a inicios de los ochenta, cuando todo mundo deseaba parecer modelo de Tom of Finland. Fue la época en que los gays despidieron a sus psicoterapeutas y los remplazaron por sus entrenadores de gimnasio. Una buena estrategia, ya que resultaban mucho más baratos y producían mejores resultados. Se tenía más sexo y la gente estaba más feliz. Y luego vino el sida y con él la suspicacia. La gente que se veía demasiado bien esculpida podía estar enferma, por lo que al final era preferible tener un ligero exceso de grasa. Hubo un periodo en el que esa cultura del músculo conoció sus altibajos. Más adelante hubo un momento en que las personas gay infectadas con el VIH recibían diversos tipos de esteroides para ayudarlos a manejar las inflamaciones e infecciones y el desgaste corporal. Y también para ayudarlos a restaurar sus cuerpos a través del levantamiento de pesas, ya que al parecer esta práctica es muy útil para el sistema inmunológico. Fue a partir de entonces cuando el aspecto del cuerpo supermasculino gay se vio asociado con la condición de gay seropositivo, lo que dio un significado nuevo a todo el asunto. Y también el remodelado del rostro en el combate a la lipodistrofia y otras alteraciones corporales producidas por algunos antivirales. Existe por supuesto ese aspecto de combatir los efectos negativos de algunos antirretrovirales como parte de la evolución de una cultura corporal gay, pero también la moda de la normalidad gay incluye intentos cada vez más desesperados por parte de los gays por ser viriles, por actuar de manera viril. En una ocasión me topé con un video porno gay, producido por un estudio importante, en el que los personajes terminan matándose. Esto se sitúa en el viejo oeste. La película causó controversia en el mundo del porno gay. Quienes veían porno deseaban virilidad, pero no en un grado de virilidad homicida. Esto muestra como cierto tipo de culto de la virilidad puede conducir a expresiones grotescas de la masculinidad. Y lo que el movimiento queer intentó conseguir en los noventa fue jugar con el género, con hombres ataviados con perlas y pieles de cuero, o con músculos enfundados en vestidos de seda. Hoy me preocupa que al perder ese movimiento queer, los gays pierdan también los recursos para lidiar con el prestigio de la masculinidad y poder encontrar formas de compensar una hegemonía sofocante. El camp sirve precisamente para eso y por ello todavía existe. Hay una necesidad del camp para contrarrestar la tendencia gay a tomar la masculinidad demasiado en serio. EL CINE GAY ¿Piensa usted que el cine de Derek Jarman [11] es un buen ejemplo del cine queer? A mí en particular me fascina Almodóvar. Por supuesto algunos de sus filmes son mejores que otros, pero en una película como Todo sobre mi madre hay toda una tradición de identificación de los gays con las mujeres y con la imagen de la madre en el contexto de la muerte y del sida y de la pérdida. Muestra hasta qué punto esa tradición aún hoy sigue siendo fuerte. Es interesante que un cineasta como Almodóvar no haya jamás hecho una referencia directa al tema del sida. ¿Su manera oblicua de abordar la realidad es producto, en su opinión, de una elección estética? No conozco lo suficiente a Almodóvar para dar una respuesta, pero creo que algunas de sus películas están totalmente moldeadas por el sida, como Todo sobre mi madre o Hable con ella. En lo particular me gusta mucho La ley del deseo, que se podría equiparar con La mala educación. Creo que las dos se interrogan sobre el acto personal de hacer cine. En ambos casos, la respuesta tiene que ver con el trauma y con la pérdida. Algunas veces es difícil manejar las cosas de manera directa. En ocasiones una reflexión puede ser más efectiva cuando es oblicua. La gente hace elecciones muy diferentes. Y de hecho uno podría decir lo mismo de Derek Jarman. No sé si exista una sola película cuyo tema sea exclusivamente el sida. Blue, de Derek Jarman. Es una película muy poderosa, pero casi no representa nada en particular por ser precisamente tan blue. Es acerca de la incapacidad de representar algo. Hay referencias a la militancia gay en Eduardo II… Por supuesto. Pero si uno piensa en su cine como algo moldeado por el sida, sólo hay referencias. Yo me pregunto si existe otra película que esté tan directamente relacionada con el sida como Juntos para siempre o Silverlake life. EL SIDA Y LAS CONDUCTAS DE RIESGO Con respecto a las conductas sexuales de riesgo, cómo explicar su persistencia entre mucha gente gay joven. ¿La idea de una cura próxima, el manejo eficaz del padecimiento a través de los antirretrovirales, alguna razón psicológica? Primeramente, debemos señalar que esto no es algo distintivo de la gente gay. En los Estados Unidos hubo una enorme epidemia de herpes entre la gente heterosexual en los años setenta y ochenta y afectó a tantos heterosexuales como ahora afecta el sida a los homosexuales. No sé entonces por qué tendrían que ser los gays mucho mejores que los demás en el momento de protegerse. Al mismo tiempo, sorprende que después de treinta años la mayoría de la gente gay haya logrado mantenerse saludable en medio de una epidemia porque han aceptado en sus vidas sexuales limitaciones que son extremadamente desagradables. Ignoro cuánta otra gente estaría dispuesta a hacer lo mismo. Uno no debería utilizar la cantidad de sexo con riesgo para emitir juicios globales sobre la vida psíquica de la gente gay. Uno debe considerar también condiciones sociales muy particulares porque la cantidad de sexo con riego varía hasta cierto punto de una sociedad a otra y de ciertos grupos a otros. En Estados Unidos tendríamos que preguntarnos por qué la incidencia del sida es tan significante entre hombres afroamericanos. También tomar en cuenta la falta de un movimiento de prevención. Los Estados Unidos no tuvieron una estrategia nacional de lucha contra el sida hasta hace apenas un año, el 13 de julio del 2010, creo, cuando Obama anunció la primera estrategia nacional contra el sida. Y todavía estamos a la espera de su aplicación. En general sabemos, o al menos la gente que trabaja en prevención piensa saber, lo que se debe hacer. No se debería tratar de aterrorizar a la gente, puesto que eso no funcionará por mucho tiempo. Tampoco tratar de que hagan lo que uno desea que hagan, en lugar de lo que ellos desean hacer, porque de cualquier forma no harán lo que nosotros queremos. Necesitas descubrir qué es lo importante para ellos, tratar de acompañarlos, y ayudarlos a protegerse a sí mismos. Necesitamos saber qué cosas están haciendo para protegerse, y ayudarlos a mejorar esas mismas tácticas. De modo más sistemático. Volverlos conscientes de cosas de las que tal vez no estén muy conscientes. Pienso que la mayor parte de la gente, incluida la gente gay, no desea infectarse con el VIH. Es posible que a algunas personas, dependiendo de la manera en que llevan sus vidas, no les preocupe tanto infectarse, aunque en realidad no lo deseen, y hay otras que tienen cosas muy urgentes que atender, como procurarse una vivienda y tener calefacción en el invierno, tener dinero, mantener una relación con alguien que puede ser seropositivo, tratar de encontrar amor en un mundo que sigue pareciéndoles hostil. Aunque en algunos casos evitar la infección por VIH no pueda ser tan prioritario para ellos, creo que para la mayoría de la gente sí es una prioridad. Hablando de estrategias, ¿qué opina de la prevención a través del tratamiento? Los resultados más asombrosos de esta estrategia se han visto en heterosexuales. Los estudios en los que la transmisión más se reduce (arriba del 90 por ciento) ha sido en estudios con heterosexuales. No estoy seguro de que exista la misma reducción de riesgo en el sexo gay. También sabemos que aunque la carga viral sea menor en la sangre, el virus aún sigue presente en el semen. Pero el tratamiento sí reduce la capacidad de infectar. Y eso es algo bueno para evitar que la epidemia explote y se acelere, aunque también desearíamos detenerla, reducirla en números absolutos. Para que la prevención por el tratamiento sea realmente efectiva, la gente debe tomar sus medicamentos con un apego enorme, todos los días. Se debe favorecer las pruebas de detección del VIH. Esto significa que la gente tenga acceso a un servicio médico de calidad, que vigile su carga viral y tenga acceso al tratamiento, que viva en condiciones que le hagan relativamente fácil tomar sus medicamentos de manera continua. Por suerte, tenemos estas formas médicas de prevención, pero creo que aún necesitamos formas conductuales de prevención. Nadie espera que las intervenciones sobre la conducta detengan una epidemia. La gente espera una nueva vacuna. De algún modo, parte del discurso de prevención espera que a través de su comportamiento la gente gay detenga una epidemia, a pesar de que jamás epidemia alguna ha sido frenada a partir del comportamiento. Todo mundo espera, entonces una vacuna o la cura. Esas son las únicas formas de detener una epidemia. Mientras tanto, debemos esforzarnos por combinar adecuadamente el comportamiento y las intervenciones biomédicas. Algo sin duda muy difícil. Notas 1) John Rechy, autor de La ciudad de la noche, un bestseller sobre la vida gay en Estados Unidos en los años sesenta. 2) Los chicos de la banda (The boys in the band), película estadounidense de William Friedkin (1970) >3) Belleza americana (American beauty), película estadounidense de Sam Mendes (1999). >4) Hervé Guibert, novelista francés, autor de Al amigo que no me salvó la vida y El protocolo compasivo. >5) David Wojnarowicz, autor estadounidense, autor de Close to the knives, crónica muy personal sobre la experiencia del sida. >6) Juntos para siempre (Longtime companion), película estadounidense sobre la experiencia colectiva del sida, de Norman René (1990). >7) Silverlake life, the view from here, documental sobre una vivencia personal del sida, de Peter Friedman y Tom Joslin (1993) >8) What do gay men want? (2008), de David Halperin. >9) Angels in America, obra teatral de Tony Kushner (1993), serie televisiva de Mike Nichols (2003). >10) Love! Valour! Compassion!, película sobre el sida, de Joe Mantello (1997). >11) Derek Jarman, cineasta queer británico, autor de Sebastiane, Edward II, Blue. * Versión extensa de la entrevista publicada en el suplemento Letra S del diario La Jornada ** Carlos Bonfil es escritor y crítico de cine. En la actualidad colabora con el Suplemento Letra S (salud, sexualidad, sida). Publicada em: 26/10/2011 |