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Dez anos pelo direito de decidir
Puede parecer contradictorio que sean mujeres católicas quienes lideran la lucha por la despenalización del aborto en América Latina; pero es precisamente en el seno de la religión donde el debate cala más hondo. Por su compromiso ético con esta lucha en el campo donde la disputa es más aguda, no se puede desconocer el trabajo realizado por la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD). En Colombia, su movilización fue fundamental para conseguir la despenalización parcial del aborto y convertirla en un tema de discusión pública. El capítulo colombiano de Católicas por el Derecho a Decidir celebró recientemente diez años de existencia formal. En realidad son más de diez si tenemos en cuenta el trabajo realizado antes de que la organización tomara ese nombre y se formalizara. Los antecedentes de CDD-Colombia se remontan a 1993, cuando las uruguayas Graciela Pujol y Cristina Grela presentaron en un evento de organizaciones de mujeres en Bogotá la iniciativa de Católicas por el Derecho a Decidir-Uruguay, proyecto cercano a la propuesta norteamericana de Catholics for a Free Choice (CFC), fundada en 1973, aunque es importante aclarar que la propuesta latinoamericana no es una versión o filial de la norteamericana, pese a que ha tenido lazos cercanos con esa organización y a que las fundadoras de los proyectos latinoamericanos tuvieron estrechas relaciones con Frances Kissling, presidenta de CFC en aquel momento. Luego de la presentación, varias mujeres quedaron motivadas por aquella propuesta, en especial la teóloga colombiana Graciela Melo, quien asumió la tarea de gestar una iniciativa similar en Colombia, que denominó Mujeres Huldá, en alusión a la profetisa del Antiguo Testamento, símbolo que reivindica la voz y la sabiduría de las mujeres. Luego de la muerte de Graciela Melo en 1994, Olga Lucía Álvarez, María Fernanda Barrera, Raquel García, Clara Lucía Cuevas y posteriormente Janneth Lozano continuaron con el proyecto. En 1996 las Mujeres Huldá fueron invitadas a participar en una reunión donde fue creada la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir. El 29 de mayo del año 2000, la organización Católicas por el Derecho a Decidir-Colombia fue formalmente constituida por Clara Lucía Cuevas, Janneth Lozano, María Isabel Martínez, María Elisa Díaz, Claudia Lozano, Magali Rincón y Marcela Rodríguez. El CLAM dialogó con el equipo actual de CCD-Colombia sobre el significado de estos 10 años de trabajo y los retos que plantea la agenda actual de los Derechos Sexuales y Reproductivos en Colombia. ¿Por qué no usaron desde el principio el nombre de “Católicas por el Derecho a Decidir”? A las mujeres que participaron en el inicio del grupo se les dificultaba identificarse como católicas. Ellas venían del movimiento de la teología de la liberación, hacían parte de las comunidades eclesiales de base, algunas hacían parte del movimiento feminista y autoidentificarse de esta manera no les cabía en la cabeza. Entonces decidieron buscar otra identidad y se llamaron Mujeres Huldá, aludiendo a una profetisa mencionada en el Talmud y en el Antiguo Testamento que operó un cambio importante en el judaísmo. En los inicios de la Red, los grupos con mayor fuerza eran los de México, Argentina –que contaba con dos grupos, uno en Córdoba y otro en Buenos Aires- Brasil, Chile, Bolivia y Colombia. El capítulo uruguayo, que fue uno de los primeros en existir, posteriormente se desintegró. A partir del año 2000 se conformaron nuevos grupos en países como Paraguay, Perú, Nicaragua y El Salvador, que se interesaron por nuestra perspectiva de trabajo, lo que significó un importante crecimiento de nuestra organización en América Latina. Actualmente somos diez los grupos que conformamos esta red latinoamericana. A medida que Católicas por el Derecho a Decidir fue adquiriendo importancia, empezó a ser reconocida por el tema del aborto. Aunque pertenecía a la agenda feminista, al ser asumido por nuestra organización adquirió un carácter distinto que llevó a confrontaciones abiertas con la Iglesia Católica y su jerarquía. Así, tuvo lugar una serie de debates con una de las instituciones que se opone con mayor vehemencia al tema, ejerciendo notable injerencia política en los países latinoamericanos respecto a estos temas. Cuando iniciamos nuestro trabajo y pensamos nuestra identidad como proyecto, nos percatamos de que la agenda por los derechos de las mujeres era muy grande y que para nosotras era mejor centrarnos en los temas más problemáticos dentro de la Iglesia Católica; por eso nuestro foco son los Derechos Sexuales y Reproductivos, especialmente el tema del aborto o, mejor, en el derecho que tenemos las mujeres a decidir en distintos ámbitos, no sólo frente a la sexualidad y la maternidad, también frente a la vida misma. ¿Cómo funciona la red latinoamericana? Los distintos capítulos latinoamericanos de Católicas por el Derecho a Decidir compartimos una visión, una misión y algunos objetivos; sin embargo, cada grupo fija sus propias metas, ya que cada contexto nacional es distinto. Entonces ¿qué nos une como red?: el hecho de ser un grupo de mujeres católicas, que no hacemos parte de la estructura institucional de la Iglesia, porque las mujeres nunca hemos podido hacer parte de ella, quienes tenemos un referente común en nuestra historia que es la teología de la liberación, desde una reflexión particular, la de la teología feminista. Dada la dificultad de construir redes en coyunturas y contextos tan complejos, nosotras nos hicimos a nuestras propias formas de gobierno y organización, que han ido cambiando progresivamente. Cada dos años hay asambleas de la red, nos reunimos en algunos de los países para elegir la nueva coordinación y para revisar nuestra agenda. ¿Qué particularidad tiene Católicas por el Derecho a Decidir de Colombia? En nuestro caso, el conflicto armado colombiano ha sido una dificultad para posicionar nuestro trabajo. En un país como Colombia, el tema de las mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos es considerado de tercera categoría. Además, criticar a una institución como la Iglesia Católica en un contexto en el que juega un papel muy importante como mediadora en el conflicto armado, es una labor muy compleja. Nosotras somos concientes que no podemos ‘cazar una pelea’ con la Iglesia Católica en los mismos términos que el resto de Católicas por el Derecho a Decidir lo tiene pensado, debido a la alta legitimidad que tiene esta institución en nuestro país en temas como el del conflicto armado. Cada país tiene sus lógicas distintas. Nosotras vimos que para posicionar el debate nuestra estrategia necesariamente tenía que pasar por una articulación con el movimiento social de mujeres. Por eso nuestra apuesta inicial fue ser aceptadas por este movimiento, pese a que ellas decían: “pero... ¿católicas? -si el movimiento feminista es ateo”. Esto implicó todo un proceso de acercamiento para que las feministas entendieran la importancia de una organización de católicas feministas. Fue una época muy dura de ganarnos el espacio, en la que fortalecimos algunas alianzas que nos permitieron ser reconocidas y legitimadas dentro del movimiento de mujeres. Esta ha sido, sin duda, una de las ganancias más importantes como organización. Las feministas por su parte comprendieron que era clave tenernos en sus espacios, porque nosotras teníamos la interlocución con esos opositores esenciales del movimiento de mujeres: los jerarcas católicos. Aparte del trabajo con el movimiento de mujeres, nos dimos cuenta que teníamos que hacer incidencia también con la Iglesia. Porque de poco servía estar aliadas con las feministas y estar aisladas de lo religioso. Si nos llamábamos “católicas” teníamos que estar insertas en el movimiento de la Iglesia. Hubo algunos sectores de la Teología de la Liberación bastante progresistas que reconocieron la importancia de los temas que trabajábamos desde Católicas por el Derecho a Decidir, lo que nos permitió relacionarnos con algunos espacios teológicos y ecuménicos. Cabe decir que estos sectores nos aceptaban por ser de la teología feminista y de la liberación, pero hubo un choque respecto a los Derechos Sexuales y Reproductivos. Este tema sitúa a los movimientos en una disputa directa con la jerarquía eclesial, cosa que muchos querían evitar y por ello nos empezaron a marginar. Esa ha sido la gran dificultad a la que nos hemos visto enfrentadas, que nos aceptan siempre y cuando se traten temas de la Iglesia, pero cuando vamos a hablar de aborto y de homosexualidad hasta ahí llega nuestra alianza. Eso mismo nos ha pasado en los diálogos que hemos intentado sostener con otras iglesias y religiones. ¿Además de los mencionados, qué otros temas de Derechos Sexuales y Reproductivos han trabajado? Los Derechos Sexuales y Reproductivos, en general, son centrales para nosotras, no sólo los temas que tienen que ver con las decisiones frente a la reproducción y la maternidad. Incluso en la anterior asamblea de la Red empezamos a incorporar el tema de violencia contra las mujeres y hace cuatro años decidimos trabajar también el tema VIH-SIDA. Llevamos a cabo junto a Catholics for a Free Choice la campaña ‘Condones por la Vida’, en respuesta a las declaraciones del Vaticano sobre el uso del condón, que nos parecieron sumamente graves e irresponsables. Nos interesa también visibilizar el tema del VIH como un algo importante para las mujeres y no sólo para algunos grupos clasificados como “vulnerables”. De otro lado, la relación con el movimiento LGBT es clave para nosotras, nuestra colaboración con el activismo es muy importante y va más allá de nuestra participación en las marchas; es especialmente importante todo el tema de acciones legales. Existen también otros temas que nos unen, como la cuestión de la laicidad del Estado que en el contexto colombiano se aprecia en casos puntuales como las acciones adelantadas por el actual Procurador General de la Nación para entorpecer los logros en relación con el acceso al aborto, así como el tema de derechos de parejas del mismo sexo. ¿Cuál es el balance al celebrar más de 10 años de trabajo y qué retos ven en adelante? En estos años hemos crecido, nos hemos consolidado como proyecto regional y como organización en cada país. El hecho de ir creciendo a nivel nacional y de tener gente nueva ha sido muy importante. Por ejemplo, el hecho de que exista un grupo que se llama “Jóvenes por el derecho a decidir” nos muestra que la propuesta está creciendo y está impactando. Yo imagino que después va a existir “Campesinas por el derecho a decidir” o “Lesbianas por el derecho a decidir” o “Afrocolombianas por el derecho a decidir”… el hecho de que existan mujeres que se acercan a nuestra propuesta y se apropian de ella desde el sector social al que pertenecen me parece un logro. En medio de un conflicto armado tan difícil como el colombiano, haber podido contribuir a poner el tema del aborto en la agenda nacional es un logro importante. El aborto ya está en la agenda pública, forma parte de la agenda legislativa, de los candidatos, de los políticos, de los mismos grupos sociales. Entonces el hecho de que se haya superado parcialmente el estigma al hablar sobre aborto en lo público es un logro fundamental. La consolidación de la alianza con el movimiento feminista y con el movimiento LGBT nos fortalece mucho y nos da la posibilidad de aprender. Además, nos permite compartir con esas causas políticas nuestra particularidad por el hecho de estar en un debate que se da en el campo de acción de uno los principales contradictores de la liberalización del aborto y de los derechos de las minorías sexuales. Sobre los retos, creo que debemos arriesgarnos más en el debate teológico. Para los próximos diez años nos proponemos tener una mayor interlocución con los jerarcas de la Iglesia. En estos dos últimos años logramos cuestionar el discurso de las autoridades eclesiásticas con argumentos provenientes del Derecho Canónico y de la teología, algo importante ya que ellos aprovechan en estos debates el desconocimiento general de la población sobre esas áreas de conocimiento. Publicada em: 15/07/2010 |