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Arte contra o estigma e a discriminação

Al apelar al activismo cultural como estrategia de cambio social, el proyecto CiudadaníaSx: activismo cultural y derechos humanos se propone contribuir a la transformación de los prejuicios en los que se cimientan prácticas de exclusión y de discriminación contra trabajadoras sexuales, personas que viven con VIH y personas LGTB en Perú. De ese modo promueven el ejercicio de sus derechos.

Impulsada por el Instituto de Estudios en Salud, Sexualidad y Desarrollo Humano (IESSDH) de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, esta propuesta tiene como antecedentes otras experiencias artísticas y de redes académicas y activistas entre 2003 y 2008, que se convirtieron en espacios de encuentro de activistas de derechos humanos, artistas, académicos y personas interesadas en los temas de VIH/Sida, sexualidades, género y derechos humanos.

En el marco de estas experiencias se promovieron intervenciones urbanas recordadas por su impacto, como “Vivo con VIH” (2006), dirigida a combatir el estigma y discriminación hacia las personas con VIH; “La homofobia mata” (2006), llevada a cabo con organizaciones LGTB para enfrentar las formas de discriminación y violencia contra personas con orientaciones sexuales no heteronormativas, y “Bochinche” (2008-2009), con la que se buscó evidenciar las agresiones dirigidas a trabajadoras sexuales.

Según explicó Fernando Olivos, artista plástico y coordinador de CiudadaníaSx, todas estas intervenciones “buscan evidenciar las situaciones de discriminación y violencia que existen en la vida cotidiana y que afectan principalmente a personas viviendo con VIH, a personas involucradas en el trabajo sexual, y también a aquellas con orientaciones sexuales distintas a la hegemónica. Al hacer visible esta situación a través de formas novedosas y artísticas, propiciamos procesos de reflexión y cuestionamiento que puedan dar cabida a cambios favorables a la convivencia respetuosa de los derechos humanos de todas y todos”.

Consultado sobre el método escogido para el diseño de la propuesta, Fernando cmoentó: “como punto de partida tomamos situaciones concretas abordadas en las investigaciones de profesionales de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, que nos dan pistas sobre hechos que afectan a las colectividades con las que trabajamos –personas viviendo con VIH, poblaciones LGTB y personas en trabajo sexual– y que ameritan una respuesta desde el activismo cultural. Posteriormente reflexionamos sobre aquello que queremos intervenir, y poco a poco la propuesta va tomando forma. Nuestras intervenciones apelan a todas las expresiones artísticas y comunicacionales bajo una metodología de creación colectiva en la que participan las poblaciones afectadas, artistas de diferentes escuelas y canteras y un equipo multidisciplinario de profesionales de las ciencias sociales y la comunicación. Esta diversidad de miradas y perspectivas enriquece las propuestas que vamos construyendo en un proceso creativo en el que nos comprometemos ciento por ciento y en el que nos compenetramos mucho como grupo de trabajo. Es una etapa muy intensa, con mucha complicidad, en la que nos nutrimos unos de otros y terminamos enriquecidos como profesionales y como seres humanos”.

Experiencias

La primera experiencia, “Vivo con VIH” buscó transformar las relaciones entre decisores y operadores de servicios públicos de salud y el público en general, y personas que viven con VIH mediante la creación de vínculos de empatía entre unos y otros. La puesta en escena consistía en reescribir la palabra “VIH” con las sílabas “VO” y “DA”, transformándola en los vocablos “VIVO” y “VIDA”. Para ello se distribuían camisetas con la leyenda “VIH”, que eran intervenidas por artistas sobre los cuerpos de los y las participantes, usando diseños que hicieran posible la transmutación de sentido propuesta. De esa manera se afirmaba que las personas con VIH tienen derecho a una vida digna y a ser atendidas en los establecimientos de salud sin ser discriminadas. La performance apeló a las expresiones “ponerse la camiseta” o “ponerse en el lugar del otro”. Su ‘efecto emocional’ fue el de conectar a las personas que recibían el mensaje con la situación de la población viviendo con VIH y despertar actitudes de respeto y solidaridad.

Para Olivos, “la discriminación y violencia contra personas y comunidades estigmatizadas responden a un discurso muy arraigado que se refuerza a diario dentro de una cultura que normaliza la inequidad. En nuestro país existen muchas leyes favorables a la igualdad de derechos, teóricamente todos y todas estamos protegidos; pero está comprobado que las leyes no bastan para acabar con las prácticas discriminatorias, de lo contrario no estaríamos viendo cada día en los relatos de los medios de comunicación noticias acerca de actos violentos que muchas veces llegan a situaciones extremas. Por eso confrontamos el estigma y la discriminación con intervenciones cuyo efecto es el de movilizar emociones y generar empatía con el otro, lo que lleva a cuestionar y paulatinamente a transformar esas prácticas”.

La segunda intervención fue la toma de espacios públicos exhibiendo un pasacalle con la leyenda “La homofobia mata”. La acción se realizó durante varios días y culminó con una vigilia previa al 31 de mayo, fecha en la que organizaciones de derechos humanos y de la diversidad sexual celebran el Día contra el estigma y la discriminación por orientación sexual en el Perú. Esta conmemoración consiste en un homenaje a las víctimas de los crímenes de odio, en el que se recuerda el asesinato de ocho personas gay y trans ocurrido en 1989 en un bar de la ciudad de Tarapoto por militantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

En un impactante recorrido nocturno por las calles céntricas de Lima, iluminados por velas y antorchas, los y las participantes corearon lemas y a través de intervenciones artísticas mostraron las situaciones de discriminación cotidiana que viven debido a su orientación sexual e identidad de género. Al llegar a las escalinatas del Palacio de Justicia, los participantes evocaron rituales andinos velando las ropas de ocho personas que simbolizaban a las asesinadas en Tarapoto, mientras que representantes de los colectivos LGTB expresaban la necesidad de luchar por la erradicación de la homofobia.

Por otro lado, la intervención denominada “Bochinche” –palabra que alude al ruido y al escándalo— tuvo la finalidad de reflexionar acerca de la violencia que sufren las trabajadoras sexuales en las calles, principalmente por parte de los prestadores de servicios de seguridad ciudadana. También evidenció la forma en que la prensa amarillista reproduce y alienta esta violencia a través de abordajes periodísticos que justifican las agresiones y vulneran la dignidad de las personas involucradas en el trabajo sexual. Durante un mes se pegaron en las principales calles de Lima afiches llamativos con frases provocadoras como “la ciudad se llena de lujuria” y “se venden caricias”, que llamaban la atención de la ciudadanía. Simultáneamente se difundió por Internet información sobre la criminalización del trabajo sexual, empleando formatos artísticos y comunicacionales con mayor desarrollo argumentativo, como una serie de historietas, un cortometraje y un noticiero radial en línea. También fueron difundidas en medios de comunicación entrevistas y notas informativas donde voceras de las organizaciones de trabajadoras sexuales tuvieron la oportunidad de visibilizar su voz y hablar sobre sus problemáticas. Esta acción culminó el 2 de junio, Día Internacional de las Trabajadoras Sexuales, con una marcha de carácter festivo que cuestionó los discursos y prácticas que legitiman la violencia y discriminación contra las trabajadoras sexuales. Se divulgaron mensajes de afirmación de sus derechos humanos a través de performances artísticas que apelaban al humor y a la ironía.

Acerca de las lecciones aprendidas de estas intervenciones como trabajo colectivo, Olivos señaló: “En primer lugar, nos parece fundamental trabajar el proceso creativo con las personas involucradas en los problemas sobre los que vamos a intervenir. Esta es la oportunidad para que los colectivos se hagan visibles, para que discutan y prioricen los puntos de sus agendas que serán traducidos en símbolos y que tendrán su expresión en los formatos artísticos a desarrollarse en las performances. Hemos comprobado el impacto emocional del uso de los elementos simbólicos en las personas espectadoras. Definitivamente, el potencial de conmover y cuestionar que tienen estas presentaciones es mucho mayor que los discursos estructurados estrictamente desde lo racional. La emotividad lleva a ponerse en los zapatos de la persona discriminada y violentada y facilita el cambio de actitudes. Por otro lado, la intervención urbana da lugar a la construcción y emisión de una serie de mensajes que ayudan a visibilizar en los medios de comunicación y en Internet a las poblaciones vulneradas en sus derechos. De esta manera las intervenciones se convierten en actos artísticos comunicacionales y políticos que involucran también a los tomadores de decisiones y contribuyen a generar respuestas más eficaces frente a los problemas”.

Publicada em: 07/07/2010

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