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Argentina

Politizar o pluralismo religioso

Por Daniel Jones *

Del 11 al 13 de Julio de 2008 se realizó en Buenos Aires el “Seminario Interreligioso de Diversidad Sexual y Religión del Cono Sur”, organizado por (Córdoba) Católicas por el Derecho a Decidir (Córdoba), con apoyo de ASTRAEA HIVOS en la sede del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET). Se trató de un encuentro entre activistas y académicos/as del campo de la diversidad sexual y la religión, quienes a lo largo de tres días compartieron experiencias comunitarias y organizativas, interpretaciones teológicas e investigaciones.

El catolicismo, el heterogéneo mundo evangélico, el judaísmo y las religiones de matriz africanista contaron con representantes de países del Cono Sur, así como de México y Puerto Rico, entre otros. Tres fueron las temáticas que estructuraron el seminario: la diversidad sexual en los discursos bíblicos y teológicos; experiencias organizativas que articulan diversidad sexual y religión y política, religión y diversidad sexual.

Con gran afluencia de público, se produjo un intenso y enriquecedor debate político y religioso en el cual se relataron experiencias y se plantearon estrategias frente a los desafíos de vivir la diversidad sexual en el seno de religiones e iglesias que, en su mayoría, la rechazan o invisibilizan. Efecto del encuentro, fue consensuada una Carta Abierta destinada a las diferentes confesiones, así como a la sociedad en general, en favor de teologías y religiones liberadoras, denunciando la exclusión y marginación a la que son sometidas las personas LGBTT y otros grupos sociales.

Para conocer la génesis de esta iniciativa e indagar en las temáticas abordadas, entrevistamos a Juan Marco Vaggione, Doctor en Derecho y en Sociología, Investigador de la Universidad Nacional de Córdoba/CONICET, asesor académico de Católicas por el Derecho a Decidir (Córdoba) y uno de los coordinadores de la organización del seminario.

¿Cómo surgió la iniciativa del seminario?

Surgió desde Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) de Córdoba con el propósito de fortalecer el activismo religioso progresista en temas de sexualidad. Como se sabe, un objetivo constituyente de CDD es movilizarse por los derechos sexuales y reproductivos a la vez que se reclama un posicionamiento religioso. Lo que podría pensarse como una postura paradójica (ser católica y estar a favor de la despenalización del aborto) es, en cambio, un lugar de enunciación política de alto impacto. Así, la idea del seminario empezó a barajare para colaborar en el proceso de conformación de una red de actores y discursividades religiosas que sean favorables al pluralismo y a la diversidad sexual.

En CDD la discusión giraba en torno de la necesidad de articular a los sectores que encuentran en la religión un espacio proclive y amplio para identidades sexuales y de género diversas frente al creciente poder de los grupos religiosos conservadores que han priorizado en su agenda la defensa dogmática de la sexualidad reproductiva. El seminario tenía como objetivo –y creo que lo tuvo como logro– generar un lugar de encuentro de esta diversidad más allá de las tradiciones religiosas para plantear estrategias de acción e intervención comunes. En particular en una región como la nuestra, donde la Iglesia Católica pretende inscribir un monopolio cultural, legal y moral sobre la sexualidad, es importante visibilizar el fuerte pluralismo religioso que se manifiesta no sólo en la coexistencia de distintos sistemas de creencias y espiritualidades, sino también en la gran heterogeneidad que caracteriza a cada una de las principales religiones.

La jerarquía de la Iglesia Católica y otros grupos religiosos también se pronuncian sobre la diversidad sexual, si bien no en esos términos. ¿Cuál fue el criterio para convocar a la personas y/u organizaciones?

La convocatoria fue pensada de manera amplia para personas y organizaciones que articularan, de algún modo, la identificación religiosa con la lucha por los derechos de las personas LGBTT, es decir, donde la religión sea parte, aunque sea potencial, de la solución y no sólo del problema de la marginación y exclusión. Así, se consideraron líderes religiosos, teólogas y teólogos, miembros de universidades y representantes de organizaciones de la sociedad civil que encontraran en la religión dimensiones positivas para la desinstitucionalizacion de la heteronormatividad como sistema de dominación. A pesar de que una narrativa biográfica común es el desvanecimiento o la desaparición de la religión como dimensión identitaria para las personas LGBTT, debido en general a las experiencias de marginación vivenciadas, existen personas que recorren una biografía diferente, rescatando en los principios religiosos una postura amplia hacia la sexualidad.

El resultado final fue un grupo numeroso, de alrededor de 100 personas que, por diversos motivos, consideran que el cambio en el ámbito religioso es central para lograr sociedades más amplias y diversas en relación a la sexualidad. Un elemento trascendente, creo yo pionero en Latinoamérica, es que el seminario logró ir más allá del cristianismo y del catolicismo e incorporar personas y organizaciones pertenecientes al judaísmo y a religiones de matriz africana. La convocatoria también puso de manifiesto una situación problemática: un número importante de gente interesada en participar y que viene realizando tareas de activismo en sus comunidades religiosas (como pastores, sacerdotes, monjas, teólogas y teólogos o simplemente como creyentes) prefirió no asistir por no contar con las condiciones de seguridad mínimas (especialmente laborales) para estar presente en eventos tan claramente identificados como favorables a la diversidad sexual. Es decir, hay una masa crítica importante, aunque poco visible, para la que hay que pensar estrategias y convocatorias diferentes a las de este seminario.

Si bien sexualidad y religión históricamente tienen un vínculo estrecho, ¿qué nuevos cruces entre ambos campos se discutieron durante el seminario?

Creo que dos ejes principales articularon las distintas ponencias y presentaciones: el de los actores y el de las discursividades religiosas. En cuanto a los actores, las diferentes presentaciones fueron complejizando los entrecruzamientos entre religión y sexualidad a través del análisis de, por ejemplo, el tema de la religiosidad en las personas LGBTT, la existencia de espacios religiosos progresistas para la diversidad sexual y las estrategias de las elites religiosas para preservar los contenidos homofóbicos en sus religiones. A su vez, tuvieron un espacio significativo distintas organizaciones de la sociedad civil, que presentaron los principales logros y desafíos en su lucha por combatir la heteronormatividad de sus comunidades religiosas y de la sociedad en general.

Con respecto a las discursividades, es importante destacar que varias ponencias criticaron las interpretaciones de la Biblia y textos religiosos que se utilizan para marginar y excluir a las personas LGBTT. Las interpretaciones son producto de un tiempo y una cultura determinada y esta historización pone en evidencia no sólo la relatividad de las interpretaciones dogmáticas sino también las relaciones de poder que las explican. Pero es importante destacar que, en nuestra región, además de las críticas a las interpretaciones “tradicionales”, también se están produciendo teologías alternativas (teologías queers) que proponen lecturas diversas sobre el discurso religioso, dando un lugar importante al cuerpo y a la sexualidad. Estas teologías, que reconocen en la teología de la liberación y las teologías feministas importantes antecedentes, constituyen uno de los cruces más interesantes y novedosos entre religión y sexualidad.

En tu opinión, ¿qué papel pueden cumplir los grupos sexualmente disidentes, tanto en el seno de las religiones como en el espacio público-político más amplio?

Sin dudas los roles de estos grupos son diversos y variables, de acuerdo con las distintas tradiciones religiosas donde se enrolan, pero creo, en principio, que existen tres tipos de actividades con impacto político que caracterizan su accionar. En primer lugar, son importantes porque ofrecen un espacio para que las personas LGBTT, en general marginalizadas de sus instituciones religiosas, encuentren discursos contra-dogmáticos para articular fe y sexualidad. El riesgo de esto es cierto esencialismo, pero como resultado también suelen lograrse importantes niveles de empoderamiento. Si bien para muchas personas la salida (individual y/o colectiva) de la religión es la opción que posibilita la diversidad sexual, para otras, que no son pocas, la identidad religiosa es el espacio desde donde se afirma la posibilidad de identidades sexuales y de género diversas.

En segundo lugar, estos grupos se movilizan –con diferentes niveles de éxito– para cambiar las posturas de sus respectivas instituciones religiosas con respecto a la diversidad sexual. De este modo, estas organizaciones constituyen una esfera pública en las comunidades religiosas y van instalando formas alternativas de definir y vivir la sexualidad, con la finalidad de lograr instituciones religiosas más abarcativas. Por supuesto que el impacto de estos grupos varía de acuerdo con las distintas tradiciones religiosas y al espacio que las mismas otorguen a sus fieles en la construcción de la postura oficial de la institución.

Finalmente, en un tercer nivel, que para mí es el más interesante, estos grupos son el germen de estrategias políticas importantes para contrarrestar el poder creciente, en algunos contextos, de las jerarquías más conservadoras. Fracturan construcciones hegemónicas caracterizadas por su heteronormatividad y ponen en evidencia el pluralismo en cuestiones de sexualidad que constituye a las distintas religiones. Frente a las jerarquías que defienden posturas rígidas y únicas sobre la sexualidad, estas organizaciones inscriben actores y discursos alternativos que defienden otra concepción de lo religioso, más proclive a los derechos sexuales y reproductivos. Transforman en público, en político, el pluralismo que muchas veces queda invisibilizado por la postura intransigente de los líderes religiosos.

Ante la reaparición de nuevas derechas políticas que apelan a discursos religiosos y grupos conservadores en varias religiones e iglesias, en ambos casos particularmente beligerantes frente a la diversidad sexual, ¿qué tipos de estrategias de resistencia política y religiosa están surgiendo en el Cono Sur?

Éste es, sin dudas, uno de los fenómenos más complejos y desafiantes que se presenta en prácticamente todas las sociedades contemporáneas. Una gran parte de las políticas a nivel nacional e internacional pasa, precisamente, por alianzas de sectores religiosos y seculares de derecha que buscan perpetuarse en el poder y encuentran en las demandas de los movimientos feministas y por la diversidad sexual enemigos comunes que les permiten alianzas y formas de intervención otrora impensadas.

Como forma de resistencia a este poder, en Latinoamérica se han organizado campañas a favor de los estados laicos y/o en contra de los fundamentalismos que colocaron en la agenda pública esta problemática. Gracias a ella, la necesaria autonomía y separación entre Estado e Iglesia se va constituyendo, de a poco, en un componente de las culturas políticas regionales. Esto es vital en cuestiones conectadas con la sexualidad en Latinoamérica, ya que la autonomía de los Estados es un requisito indispensable, debido a que la heteronormatividad y el patriarcado son sostenidos y defendidos, en gran medida, por la influencia directa de la jerarquía católica sobre los gobernantes.

Sin embargo, las religiones son también poderosas, porque han sido centrales en la construcción de los principales mapas morales de la sexualidad. El catolicismo en Latinoamérica no es sólo la jerarquía influyendo en los Estados, sino una forma de definir la sexualidad que permea a legisladores, jueces y ciudadanos, dificultando la profundización de los Derechos Sexuales y Reproductivos. Por ello, la politización del pluralismo religioso existente sobre la sexualidad, que estuvo en parte presente durante el seminario, es central para la democratización en estas temáticas. Este pluralismo fractura los discursos únicos y dogmáticos de la jerarquía religiosa, al ofrecer discursividades religiosas que, asentadas sobre los mismos textos que se usan para oprimir, sirven para liberar. Además de los límites que la laicidad implica para las instituciones religiosas en los procesos legislativos, hay que politizar el pluralismo religioso que constituye a las sociedades contemporáneas de la región. Hay que potenciar la circulación de discursividades que, retomando tradiciones religiosas, son favorables para la diversidad sexual y utilizarlas como parte de las estrategias de intervención política.

En un mundo donde las creencias religiosas no retroceden y donde las jerarquías de las religiones tradicionales refuerzan sus posiciones conservadoras, el pluralismo del campo religioso se convierte es una clave democrática ineludible.

* Politólogo, Doctor en Ciencias Sociales, becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, docente de Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales e integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES), Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de de Buenos Aires.

Publicada em: 21/10/2008

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