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América Latina

Migración, bisexualidad y VIH

Autor de los estudios >“Loneliness as a sexual risk factor for male Mexican migrant workers” e “Bisexual Latino Men and HIV”, el doctor en Salud Pública Miguel Muñoz-Laboy, profesor de la Universidad de Columbia (EUA), se ha dedicado al análisis de la relación entre bisexualidad y VIH/Sida. Pese a que la bisexualidad aún es una temática poco estudiada en relación a la transmisión del VIH, especialmente al ser comparada con la cantidad de estudios sobre homosexualidad y Sida desde el inicio de la epidemia – que mató 20 millones de personas desde 1989 – los bisexuales son rotulados como la población “puente” que diseminaría el VIH de las redes de homosexuales masculinos para las redes heterosexuales.

“Es difícil medir el tamaño o la proporción de este tipo de transmisión, en parte porque la bisexualidad abarca una gran variedad de comportamientos. Más que culpar a los bisexuales por difundir el virus del VIH, es necesario examinar los diferentes tipos de experiencia bisexual, los riesgos implicados y su relevancia para la salud pública”, dice Muñoz-Laboy en esta entrevista. A finales de agosto de este año, el investigador visitó Brasil para participar del Diálogo Latinoamericano sobre Sexualidad y Geopolítica realizado por el Observatorio de Sexualidades y Política/Sexuality Policy Watch (SPW).

En su estudio sobre inmigrantes mexicanos en Nueva York, se refiere a la relación entre soledad y riesgos de contaminación de VIH/Sida. ¿Qué metodología utilizaron para observar esa conexión?

En nuestra investigación enfocamos las dimensiones contextuales de riesgo para hombres casados trabajadores migrantes mexicanos. La situación de este grupo es diferente a la de los mexicanos migrantes en general, dado que son personas que migran temporalmente para trabajar durante algunos períodos o cierto número de años y luego regresan a México. Por eso necesitábamos una metodología que capturara aspectos contextuales. Para estar contemplados en el estudio, las esposas de estos hombres debían estar viviendo en México. En otras palabras, ellos tenían que haber migrado sin su esposa o familia. La investigación tuvo tres etapas. A principios del 2005 comenzamos con observaciones etnográficas en 3 lugares principales frecuentados por nuestra población de estudio: las esquinas donde los jornaleros son reclutados; los lugares de encuentro en espacios públicos, como los juegos fútbol; y espacios comerciales, como bares, por ejemplo.

Luego de cinco meses de observacion etnográfica comenzamos a realizar entrevistas cuantitativas, que incluyeron una serie de escalas y preguntas sobre el contexto general, el contexto de riesgo, ideologías de género, factores cognitivos y sociológicos de riesgo, redes sociales, estado de salud y un inventario de conductas de riesgo. En estas entrevistas participaron cincuenta hombres. En la etapa final del trabajo de campo realizamos diez entrevistas sobre trayectorias de vida. Estas diez personas fueron escogidas aleatoriamente entre las cincuenta que participaron de las entrevistas cuantitativas.

El análisis cuantitativo incluyó estadísticas descriptivas, correlaciones y modulación de regresión lineal, mientras que en las entrevistas cualitativas estudiamos temáticas emergentes y fenomenología. Luego combinamos el análisis y desarrollamos estudios de caso para ilustrar los hallazgos del estudio.

¿Cómo se da la asociación entre comportamientos sexuales de riesgo y soledad? ¿La experiencia de la soledad que conlleva la migración trae consigo situaciones potencialmente riesgosas para la salud sexual?

Todos pasamos por la experiencia de soledad en diferentes momentos de nuestras vidas. La soledad no necesariamente lleva a conductas de riesgo, excepto cuando las redes de apoyo son mínimas o inexistentes, cuando esta soledad persiste por períodos extendidos y las alternativas para lidiar con ella conllevan el uso excesivo de alcohol. La experiencia de trabajo migratorio, donde las parejas y el resto de la familia se quedan en el país de origen, es de mucha soledad individual y social. Recordemos que, en el caso de Nueva York, estos trabajadores migrantes vienen a ser una minoría de la minoría étnica. En otras palabras, como grupo sufren una doble discriminación y prejuicio. Es una situación muy diferente a la de otras partes de los Estados Unidos, donde los mexicanos son el grupo mayoritario entre las minorías étnicas. Estas personas también migran para realizar trabajos que la mayor parte de los residentes no desean hacer, por lo tanto ocupan una de las posiciones más bajas dentro de la estructura laboral. Dado este marco estructural no es sorprendente ver que la soledad se asocia con una frecuencia alta de riesgo en sexo penetrativo.

El sexo es una forma de ganar contacto social con mujeres. De hecho, una de las conductas más frecuentes con trabajadoras sexuales y con novias ocasionales es la de simplemente conversar. Tener sexo fue percibido entre los participantes de la investigación como una forma de obtener control sobre sus vidas, así como una forma popular de lidiar con el estrés del trabajo. Tener sexo no necesariamente tiene que resultar en no usar condones. Es aquí donde el la socialización en espacios con alto uso de alcohol y el beber alcohol antes del sexo lleva a los entrevistados a conductas de riesgo. El uso excesivo de alcohol aparece como una forma común de lidiar con la soledad. Por lo tanto, si quisiéramos reducir el riesgo a que los trabajadores migrantes varones se someten, nuestro foco tal vez no deba ser incrementar el uso del condón, sino también desarrollar estrategias para minimizar la soledad social que ellos sufren.

En lo relativo al VIH e inclusive en lo referido a otros aspectos de la intimidad y las relaciones sociales, la bisexualidad ha recibido menos atención científica que la homosexualidad. ¿Cómo fue interpretada la bisexualidad en su estudio sobre hombres latinos bisexuales y VIH? Si existen diversas formas de “ser bisexual” o tener comportamientos bisexuales, existirían diferencias también en lo relativo al riesgo de transmisión del VIH y otras ETS?

La bisexualidad es siempre pensada como la expresión sexual de individuos que son emocionalmente atraidos por los dos géneros. Desde el inicio de la epidemia del sida, los bisexuales han sido rotulados como una población “puente”, que diseminan el VIH de las redes de los homosexuales masculinos hacia las redes heterosexuales. Es difícil medir el tamaño y proporción de este tipo de transmisión, en parte porque la bisexualidad abarca una gran variedad de comportamientos y también porque otros tipos de transmisión, como por ejemplo el uso de drogas inyectables, complican ese cuadro. Más que culpabilizar a los bisexuales por difundir el virus del VIH, se deben examinar los diferentes tipos de experiencia bisexual, los riesgos implicados y su relevancia para la salud pública.

Las estimativas sobre el tamaño de la población bisexual en los Estados Unidos dependen de cómo la bisexualidad es definida. Por ejemplo, si la definimos como la experiencia de haber tenido una relación sexual hasta el punto de llegar al orgasmo con personas de ambos sexos, el tamaño de la población bisexual sería mucho mayor que si la definimos como el conjunto de individuos que mantienen una relación sexual con parejas de ambos géneros durante el mismo período. Si medimos las relaciones sexuales con ambos géneros a lo largo de la vida, la población bisexual norteamericana es de aproximadamente 28%. Si se define por experiencias con ambos géneros desde la pubertad, las estimativas son del 12%. No hay, sin embargo, estudios que documenten la prevalencia de la bisexualidad entre Latinos en los Estados Unidos. Son necesarias investigaciones con esta importante población para entender mejor la bisexualidad en relación con la prevención del VIH.

Es importante también notar que existe un espectro total de la sexualidad y la expresión de género, que no está limitado a las variantes heterosexual o gay, hombre o mujer. Si definimos la bisexualidad como una atracción sexual por hombres y mujeres, independientemente de esto haber llevado a una relación sexual, ciertamente las estimativas serían considerablemente más altas. Con esto en mente, los servicios de prevención de VIH/Sida pueden ser ampliados para superar muchos de los estereotipos que pueden resultar en la exclusión de segmentos vulnerables de la población.

Los estudios sobre la bisexualidad han cambiado, de modelos que clasifican individuos como homosexuales o heterosexuales a modelos que incluyen la bisexualidad como una orientación sexual independiente. Muchos investigadores ven la bisexualidad como un fenómeno intrincado con manifestaciones ligadas a factores psicosociales y culturales complejos. Se descubrió que individuos bisexuales tienen buena autoestima, autoconfianza, independencia de las normas sociales y alta asertividad, lo que contrasta con la creencia de que los bisexuales son psicológicamente desajustados y que los individuos que se identifican como tales están en realidad negando su homosexualidad. La manera como la sociedad normalmente entiende la sexualidad a partir de pares opuestos (heterosexual o gay, hombre o mujer) también hace difícil para estos individuos reconocer o mantener su identidad como bisexuales. Por eso, es importante ir más allá de estos estereotipos para poder planear o implementar programas de prevención del VIH.

En ese panorama, ¿cuál es la situación de los bisexuales latinos?

Los formuladores de políticas públicas deben tener en cuenta las diferencias entre varios grupos. Existen, por ejemplo, los bisexuales por necesidad, aquellos que tienen sexo con hombres y mujeres por dinero, drogas u otro beneficio económico. Los presos también son otro gran ejemplo. Y la mayoría de personas que se encuadran en esas dos categorías – que hacen sexo por dinero o están en prisión – son latinas o afroamericanas, debido a cómo las diferencias de clase y la exclusión económica afecta a esos grupos en los Estados Unidos. Es necesario tener en cuenta los desafíos suscitados por la experiencia de los trabajadores sexuales bisexuales, no tanto por esa actividad, sino principalmente en sus relaciones íntimas personales. Digo esto porque los esfuerzos de prevención están siempre enfocados en la reducción de los riesgos con los clientes y no en los riesgos de los compañeros íntimos. Tales iniciativas de prevención deberían alcanzar también los compañeros de los trabajadores sexuales.

En relación a las cárceles, los programas de prevención están siempre confrontándose con barreras institucionales para extender el acceso al preservativo o desarrollar programas de educación en salud con los presos. Esta población tiene una tasa de mortalidad alta y también una mayor probabilidad de contraer enfermedades sexualmente transmisibles como el VIH y la hepatitis C (asociada al uso de drogas).

Los jóvenes latinos autoidentificados como bisexuales forman otro grupo. Estudios muestran que la mayoría de estos jóvenes no relatan su bisexualidad a la familia por ser vista como un ataque a los valores familiares y ser considerada como una fase temporal, un modismo, señal de inseguridad o rebeldía. Algunos de estos jóvenes tienen que mentir, aunque preferirían dividir momentos de alegría y de lucha con sus familias. Ellos describen tal experiencia como “una doble vida”, esperando que la atracción emocional y sexual por hombres y mujeres termine en algún momento. Diversas investigaciones muestran que el estrés psicológico que proviene de esta situación puede llevar a serios riesgos para la salud, incluyendo el VIH.

El aislamiento social disminuye la autoestima, aumentando la frecuencia de relaciones sexuales desprotegidas y otros comportamientos destructivos por parte de estos jóvenes. Tal sentimiento también está acompañado por otros traumas, como el abuso sexual en la infancia. Frecuentemente, drogas y alcohol son usados para compensar la situación en casa. Por esto la importancia para muchos del apoyo de amigos, hermanos o primos. Al lidiar con la prevención del VIH en este grupo, siempre se olvida a la familia. Sin embargo, dada su importancia, la educación para las familias es un aspecto necesario. Con la aceptación y comprensión de la familia, estos jóvenes estarían mejor preparados para hacer elecciones más seguras para evitar riesgos como el VIH.

Por otro lado, también existen jóvenes latinos heterosexuales, lesbianas y gays que no se identifican como bisexuales, pero que tienen relaciones sexuales más frecuentemente con personas del mismo género y, ocasionalmente, con el género opuesto. Algunos tienen sexo con otros hombres por curiosidad o por interés financiero, o también por atracción bisexual. Estos hombres latinos que tienen relaciones sexuales con otros hombres a pesar de su identidad heterosexual autoatribuida son desproporcionalmente afectados por el VIH y reducir los riesgos de transmisión en este grupo es un trabajo crítico y prioritario.

Mantener una imagen heterosexual y la identidad social de su género puede llevarlos a comportamientos de riesgo para probar su masculinidad o femineidad. Las investigaciones también hacen evidente que la religión es importante para la juventud latina, independientemente de su orientación sexual o identidad. La gran mayoría de Latinos crece en ambientes religiosos donde expresiones no heterosexuales son consideradas pecaminosas y traen la vergüenza para la persona o para su familia. La necesidad del secreto y la noción de deshonestidad aumentan el estrés de este grupo.

Los hombres latinos autoidentificados como bisexuales son un foco de las acciones de prevención y educación en las comunidades gays. Ellos son más susceptibles a involucrarse en relaciones monógamas estables con compañeros hombres y mujeres. También tienen sexo casual con compañeros y compañeras ocasionales, incluyendo a conocidos(as) y personas que conocen por Internet. Corren el riesgo de contraer el VIH u otra enfermedad de transmisión sexual a través de sexo anal receptivo desprotegido, sexo anal insertivo desprotegido con compañeros y compañeras, o a través de sexo vaginal. El riesgo de VIH está asociado con los compañeros masculinos. Por esta razón, los hombres latinos autoidentificados como bisexuales tienden a usar el preservativo esporádicamente e inconsistentemente con sus compañeras mujeres. También son frecuentemente presionados a volverse padres y ocupar su lugar en el sistema familiar. Al mismo tiempo, tienen miedo de volverse viejos solitarios y quieren alguien para cuidar de ellos cuando envejezcan. Como resultado, un buen número de Latinos bisexuales son más propensos a embarazar sus compañeras y acaban casándose con mujeres debido a esas presiones familiares.

Las mujeres autoidentificadas como bisexuales posiblemente sean uno de los grupos menos comprendidos y más difíciles de ser alcanzados. El silencio alrededor de la bisexualidad de la mujer latina es inquietante. Casi no existen estudios que hayan estudiado sistemáticamente a este grupo y sus riesgos con relación al VIH. La identidad sexual de las latinas bisexuales continúa siendo un campo no examinado y es particularmente relevante a causa de su aparente invisibilidad. Fueron excluídas de la agenda de investigaciones por no ser consideradas una población de riesgo. Sin embargo, tienen relaciones tanto con compañeras como con compañeros estables u ocasionales, que presentan los mismos riesgos para el VIH y otras ETS que cualquier otro grupo de bisexuales. Son necesarias más investigaciones para determinar acciones de prevención apropriadas y efectivas para llegar a este grupo.

¿Cuál es la importancia de los latinos bisexuales para la salud pública global?

La naturaleza global de la pandemia del VIH/SIDA convierte a la migración en un factor importante para la prevención de la enfermedad. Los mexicanos documentados e indocumentados, los latinos de América Central y del Caribe viajan constantemente a sus países de origen en vacaciones o para visitar a sus familias. Estos viajes constantes son frecuentemente llamados “puente aéreo”. Si bien los individuos con actividad bisexual pueden representar un puente sexual entre los grupos hetero y homosexual, las circunstancias y los modos en que ellos transitan entre comunidades e identidades hace más difícil implementar estrategias para evitar la transmisión. Serán necesarios más estudios para entender mejor a esta población y desarrollar estrategias locales e internacionales de prevención del VIH.

Publicada em: 02/12/2009

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